Hay imágenes con las que los fotógrafos sueñan por años. Este fue el caso de Rajiv Mongia, un entusiasta de la fotografía de Portland, quien deseaba tomar una foto increíble de dos águilas con sus garras entrelazadas en el aire, y por fin lo logró. Uno de los pájaros vuela erguido mientras que la otra criatura alada aparece de cabeza, casi como si fuera su reflejo. Es como si el ave volteada estuviera a punto de caer del cielo, si no fuera porque la otra alcanzó a sostenerla.
Mongia comenzó a tomar fotografías de animales después de un viaje a la Patagonia en 2017. “Me resultó increíble tratar de entender el comportamiento de la vida silvestre, tratar de captar ese ‘momento' especial que uno ve en las fotografías de profesionales increíbles”, comparte con My Modern Met. “Empecé a practicar en ese momento y rápidamente aprendí cuánta planificación, paciencia, conocimiento de las habilidades técnicas (triangulación de luz, etc.) y pura suerte están involucrados en obtener la ‘toma perfecta’”.
La pandemia impulsó la práctica de Mongia, quien usó la fotografía como una forma de salir de casa, hacer algunas tomas y recargar energías. Al hacerlo, comenzó a pensar en algunas imágenes específicas que quería capturar.
“Uno de ellos fue el comportamiento de las aves rapaces, como las águilas calvas”, dice Mongia. “En el noroeste del Pacífico, es increíble ver cómo las águilas calvas han vuelto a ser comunes en los cielos. Obtuve una serie de fotografías maravillosas de águilas posadas e incluso tomé algunas fotos bonitas de águilas agarrando patos/aves marinas, pero nunca he sido capaz de obtener buenas fotografías de ellas interactuando entre sí”. Había visto imágenes (de otros fotógrafos) de las águilas volando con las garras entrelazadas, pero no estaba seguro de cuándo o dónde podría tomar una foto así.
Mongia finalmente tuvo la oportunidad de tomar esa mítica imagen. “Vi una serie de talleres de un fotógrafo increíble, Mark Smith”, recuerda. “[Mark] tiene las tomas más épicas de águilas y esperaba poder aprender habilidades asistiendo a su taller en Washington. [Él] dio consejos increíbles sobre cómo se habían estado comportando las águilas en los últimos días y qué buscar cuando está a punto de haber acción”.
Después de trabajar en algunos aspectos técnicos con Smith, Mongia pasó unas cuatro horas tomando fotografías. “La escena era una locura en ese lugar: había de 20 a 30 águilas, de 10 a 20 grandes garzas azules, algunos cuervos y algunas gaviotas, todos volando tratando de pescar en este lugar. La acción era constante, y allí estábamos todos en el taller, haciendo tomas. Las cosas sucedían tan rápido que no sabías con certeza lo que capturabas y no tenías tiempo para revisar las imágenes a medida que avanzabas, ya que cada vez que mirabas hacia arriba había otra águila volando desde una dirección diferente”.
Moniga tomó unas 5,000 fotos ese día y no estaba seguro de cómo saldrían. “Llegué a casa esa noche y empecé a hacer mi selección rápida de fotos para ver si realmente obtuve algo diferente”, comparte. “Hubo una parte en la que un águila agarró a otra y la arrojó al agua. Diablos, me lo perdí. Otra en el que hubo acción entre dos águilas: Ugh, no enfoqué bien”.
Al final, sí llegó ese momento mágico. “Me encontré con esta foto que publiqué”, continúa. “Me quedé embobado un segundo. Sí, estaba un poco lejos (tuve que recortar bastante), pero la acción fue perfecta: dos águilas volando garra con garra, cada una con las alas extendida. Una con la boca abierta en un grito y la otra concentrada en la primera”.
Era la toma por la que había estado añorando durante años, y gracias a su pasión por la fotografía de aves, probablemente no será la última.