Si conoces la obra de Vincent van Gogh, sin duda has visto sus pinturas de girasoles. Ya sea que aparezcan recostados sobre una superficie plana o dentro de un jarrón, los girasoles protagonizan algunos de los bodegones más famosos de este artista neerlandés.
Van Gogh retrató estas coloridas flores en repetidas ocasiones, con lo que dio origen a dos series: sus Girasoles de París y los Girasoles de Arlés. Aunque tienen una paleta de colores y una composición sorprendentemente diferente, ambas series exploran la fascinación que el pintor sentía hacia estas plantas; una conexión que cultivó continuamente a lo largo de su corta carrera.
El amor de Van Gogh por los girasoles
En 1886, cuando tenía 33 años, Van Gogh se mudó de forma permanente a Francia. Tras no tener éxito artístico alguno en los Países Bajos, su país natal, el pintor decidió alcanzar a Theo, su hermano comerciante de arte, en París. Si bien la vida en la capital francesa no le pareció particularmente divertida (el artista le dijo a su hermano que vivir en París lo puso en riesgo de “estar totalmente adormecido”), Van Gogh encontró consuelo en los girasoles.
Entre 1886 y 1887, Van Gogh comenzó a incorporar estas flores a su trabajo. Algunas piezas individuales, como Naturaleza muerta con girasoles, rosas y otras flores y Parcela con girasoles, no se enfocan en estas flores; los girasoles solo forman parte de la naturaleza muerta o de la escena. Sin embargo, para el final del verano de 1887, Van Gogh empezó a dedicar lienzos completos a sus estudios de girasoles, como puede verse en su serie de Girasoles de París.
Girasoles de París
Durante su estancia en París, Van Gogh pinto cuatro bodegones de girasoles: Cuatro girasoles marchitos, dos piezas tituladas simplemente Girasoles, y un estudio al óleo llamado Dos girasoles cortados. Cada pieza retrata girasoles cortados sobre una mesa o el piso, haciendo énfasis en los detalles intrincados de sus flores y tallos, lo que permitió a Van Gogh experimentar con el color y las pinceladas.
Notando que el pintor encontró “consuelo en contemplar girasoles”, estas obras estaban entre las favoritas de Van Gogh. Su amigo y compañero postimpresionista Paul Gauguin tenía un interés similar por sus Girasoles, por lo que adquirió dos cuadros de la serie de Girasoles de París, y, de acuerdo con una carta enviada por Van Gogh a su hermano, Gauguin estaba deseoso por comprar más.
Sin embargo, Van Gogh, no cedió. “Mantendré mis lienzos aquí, y mantendré categóricamente esos girasoles bajo mi poder”, aseguró. “Él ya tiene dos, que eso sea suficiente para él”.
Girasoles de Arlés
Para 1888, Van Gogh estaba harto de sentirse “totalmente adormecido” en París. Por ello, se dirigió al sur de Francia y se estableció en la idílica comuna de Arlés. Ahí encontró una mayor inspiración artística, lo que llevó a retomar y a reimaginar su temas favoritos de Girasoles. “Estoy pintado con el gusto de un marsellés comiendo bullabesa”, le escribió a Theo en 1888, “lo que no te sorprenderá al tratarse de pintar grandes Girasoles“.
Este nuevo “gusto” dio como resultado su serie de Girasoles de Arlés, una colección de cinco piezas con estudios de estas flores en jarrones. Además de la forma en que están ordenados los girasoles, estas piezas difieren de la serie de París en su paleta de colores. En Arlés, Van Gogh pintó las flores con varios tonos de amarillo, “demostrando que era posible crear una imagen con numerosas variantes de un solo color sin perder elocuencia”.
Aunque hoy en día estas obras son conocidas como parte de una misma serie, esta no fue la intención original de Van Gogh. De hecho, dos de los llamados Girasoles de Arles (Jarrón con doce girasoles y Jarrón con catorce girasoles) eran parte de otra colección. Junto con La Berceuse, un retrato de Augustine Roulin (una de las cuidadoras habituales de Van Gogh), este par de pinturas fue creado para formar parte de una instalación de tres piezas.
Van Gogh detalló su disposición en una carta, complementando una breve descripción escrita con un bosquejo rápido. “Si los organizas de esta manera, es decir, con La Berceuse en medio y los dos lienzos de girasoles a la derecha e izquierda, se forma una especie de tríptico” anotó el pintor. “Y así los tonos amarillo y naranja de la cabeza ganarán brillo por la proximidad de las alas amarillas”.
En 1889, Van Gogh produjo copias de estas dos pinturas de Girasoles. Conocidas como las Repeticiones, estas piezas mantienen la composición original pero tienen ligeros cambios en el tono y el estilo de pinceladas.
Entre sus pinturas originales y estas Repeticiones, Van Gogh tenía la intención de producir 12 pinturas de Girasoles. “Si llevo a cabo esta idea, habrá una docena de paneles” escribió. “Así que todo será una sinfonía en azul y amarillo”.
¿Por qué quería Van Gogh crear una serie tan prolífica de Girasoles? Para el artista, esta “sinfonía en azul y amarillo” era la adición perfecta a la Casa Amarilla, su hogar en Arles y sede del colectivo de artistas que propuso crear. En especial, esperaba que estas decoraciones complacieran a Paul Gauguin, su primer–y último–recluta.
El legado de los Girasoles
Al igual que su sueño de fundar un estudio compartido, el deseo de Van Gogh de crear 12 cuadros de Girasoles no se hizo realidad. Al momento de su muerte, el pintor había producido siete Girasoles en Arlés. Desafortunadamente, solo cinco (dos originales y tres Repeticiones) permanecen en la esfera pública hoy en día, ya que uno ha estado en una colección privada desde 1948 y otro fue destruido por un incendio en 1945.
Aún así, no esperes poder ver los cinco cuadros restantes juntos algún día. De acuerdo con el experto en Van Gogh Martin Bailey, es poco probable que las piezas, que se encuentran en la Galería Nacional de Londres, el Museo Van Gogh en Ámsterdam y otras instituciones de todo el mundo, se exhiban juntas. “Primero que nada, son piezas frágiles y, por razones de conservación, no pueden viajar en absoluto o solo es permitido en circunstancias excepcionales”, dice. “En segundo lugar, probablemente sean las pinturas más populares en todas las galerías que las poseen, por lo que las instituciones propietarias son muy reacias a permitir su salida”.
Aunque su incapacidad para viajar puede ser decepcionante, esto también puede hacer aún más mágica la experiencia de ver un solo cuadro de Girasoles.
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